“Rumiar permanentemente por un pasado que no se puede modificar es una pérdida de tiempo y, en demasiadas ocasiones, conduce a un anclaje en la mismidad, consistente en una perpetua disección de la vida anímica de la persona, despojado de toda orientación hacia el mundo o los otros que requieren nuestra atención. Un continuo mirar el ombligo, un continuo reflexionar sobre emociones y estados de ánimo. Esto adquiere importancia ante el hecho constante de no poder olvidar el momento de la muerte del hijo. Un pensamiento obsesivo y torturante del que muchos no encuentran la manera de despojarse. En nuestra experiencia, desaparece cuando los padres son capaces de encontrar sentido en la tragedia o un proyecto que sea tan valioso como ese hijo.” (Alicia Schneider- Gustavo Berti, Donde la palabra calla).
Un día, hace poco, encontré este fragmento y tan sólo ver el título me hizo reflexionar. Al leer el título “El tiempo pasado como proyecto de vida”, al hacerlo en el contexto de Renacer inmediatamente me llevó a pensar en la muerte de Alba. Como dice el texto, el pensamiento obsesivo y torturante del momento de la muerte del hijo. ¿Cuál era el proyecto de vida? ¿Seguir viviendo la vida con el dolor que nos causa a diario su ausencia? A diario. Rumiando. Un día tras otro, el resto de los días de lo que nos quede de vida. Sin avanzar. Vivir en el dolor, no responder a ningún otro estímulo, como si ya fuera lo único que nos quedara de nuestros hijos, ESE momento. Y en mi reflexión estoy convencida de que eso no lo queremos ninguno de los padres, ni es lo que merecemos después de haber sufrido la pérdida física de lo más preciado que son nuestros hijos. La palabra “pasado” al menos a mí, me retrotraía a las circunstancias y al desenlace de la muerte de Alba, y a reducir el pasado a ese momento, a indagar constantemente en mis recuerdos para ver si podía cambiar algo del pasado y así conseguir cambiar el desenlace. ¿Eso es lo único que nos queda del pasado? ¿A eso se reduce la vida de nuestros hijos? Creo que ningún padre ni madre queremos quedarnos ahí, lo que pasa es que a veces no sabemos cómo seguir adelante y otras veces nos resulta más fácil quedarnos en nuestra dolorosa zona de confort, y nos cuesta dar el paso de salir de ella porque enfrentarnos a la realidad y reconocer que no van a volver, duele demasiado.
Pues después de esto, y de estar convencida de que “ese tiempo pasado no podía ser mi proyecto de vida”, me vino a la cabeza la idea de darle la vuelta a la frase. Y espero saber expresarlo bien:
Recuperar el tiempo pasado, o una parte de él, SÍ podría ser mi proyecto de vida siempre que no lo redujera al momento de la muerte, podía enfocarlo de otras formas. Y elegí enfocarlo a recuperar mi yo de antes, mi esencia, la Rosa de siempre. De acuerdo que la misma no puedo volver a ser, pero sí puedo intentar ser lo más parecida posible y si puedo, un poquito mejor. Tenía que conseguir recuperar del pasado a esa Rosa que tenía ilusión, que le gustaba la vida aunque no todo fueran mieles. Poder volver a sentirme bien aún con dolor, a disfrutar de la vida aún con la ausencia física de Alba, a tener ilusión aunque ya no me fíe del futuro. Todo en la vida es cambio y lleva mucho tiempo y mucho trabajo conseguir aceptar algunos cambios. Pero quedarme en la rumiación no me aporta nada más que dolor. Que ahora no pueda ver sus fotos, escuchar su música o ir a los lugares donde iba con ella no significa que no consiga hacerlo algún día, que ahora no sienta que es posible tener momentos de felicidad no significa que no vaya a conseguirlo. Nadie ha dicho que sea fácil, ni rápido, ni agradable, pero lo importante es no simplificar el “pasado” a un momento y seguir caminando a nuestro ritmo. Algunas veces alguno podemos agobiarnos, preocuparnos o sentirnos mal porque vemos o creemos ver a alguno de nuestros compañeros de Renacer, o a nuestros otros hijos, o a nuestra pareja, que “avanzan” más deprisa y van más adelantados en este camino, porque no rumian tanto, porque pueden reír o hacer proyectos y nosotros no hemos llegado a ese punto todavía. No pasa nada, nada, nuestro ritmo es nuestro, individual, somos como corredores de maratón, es una carrera larga, pero la meta es la misma y no importa la marca que hagamos porque todos seguiremos siendo corredores de maratón y todos tendremos nuestra medalla. Nunca ha sido más cierto el dicho de no importa lo lento que vayas siempre y cuando no te detengas.
Si algo nos enseña la vida es que comparte sus secretos con quien arbitrariamente quiere, y a nosotros nos ha tocado uno que nadie deseaba haber conocido pero, una vez conocido, sólo depende de nosotros rescatar del pasado esa parte nuestra que aunque ahora la creamos destruida no lo está, es como una planta a punto de marchitar a la que hay que abonar, regar y tratarla con mimo, con cariño, con el máximo cariño, para que vuelva a florecer.
Sólo las palabras que nos decimos a nosotros mismos son las que pueden ayudarnos a avanzar, porque paradójicamente aunque vamos acompañados en este camino, es un recorrido individual, así que tenemos que tener cuidado con aquello que nos decimos y con lo que no nos decimos también.
Para terminar me gustaría lanzar un mensaje de esperanza para todos nuestros futuros, viviendo el presente que ahora es lo único que existe. No se alcanza la serenidad anhelada si no es través de la aceptación plena. Yo no quiero subsistir, quiero VIVIR.
Rosa (mamá de Alba) – Renacer Madrid