Lo mejor de nuestras vidas son, indudablemente, nuestros hijos.
Por ellos estamos aquí, compartiendo nuestra experiencia de vida y alimentando nuestra alma con su amor.
Este amor es más fuerte que el dolor, que la muerte. Este es ahora nuestro camino y nuestro destino, este es el verdadero renacer.
Pero no estamos solos en este nuevo caminar. Ellos nos acompañan siempre, no nos sueltan la mano.
Al darles a conocer a los demás, sembramos, con amor, el jardín de esa memoria colectiva que perdurará. También creamos vínculos más fuertes entre nosotros, y lo que es aún más bonito, entre ellos mismos, desde donde estén. Todos somos uno.
Nuestros hijos siguen tocando corazones, una y otra vez.
Juan Fran y Marijose-Papás de Gael