La culpa: Una de las cinco pulgas del duelo

¿A qué nos referimos cuando hablamos de las “pulgas del duelo”?1 Las pulgas son aquellos problemas que surgen durante el duelo, son conflictos añadidos que producen mucho dolor en la persona doliente y pueden llegar a alterar el proceso del duelo en sí, llegando incluso a convertirlo en un duelo complicado. Existen diferentes tipos de pulgas, a saber: las herencias, la culpa, la inmortalidad virtual, la sexualidad y los aspectos económicos. Dichas pulgas pueden influir en la salud física del doliente produciendo debilidad y una bajada de defensas. Pueden incidir en su estabilidad emocional provocando angustia. Por otro lado, pueden alimentar el aislamiento social del doliente. Aumentan el sentimiento de vulnerabilidad y bajan la autoestima y suelen dificultar la toma de decisiones.

Muchos dolientes afrontan sentimientos de culpa, incluso con un mayor peso que la tristeza, que impiden que puedan sentirse bien o siquiera intentarlo. La pérdida de un ser querido provoca vulnerabilidad siendo la tendencia inicial la búsqueda de protección, refugiándose muchas veces en la culpa. Es una manera de sentirse todavía unido al ser querido fallecido, con el recuerdo constante y pueden florecer sentimientos de rabia e ira que nos desconectan de la tristeza. En todo caso, es importante distinguir entre ser culpable y sentirse culpable y en ese caso si hubo responsabilidad o no. Es decir, si la culpa es racional o irracional.

Cuando la culpa es irracional, sobre todo en el caso de la pérdida de un hijo o persona dependiente a nuestro cargo, se dispara casi automáticamente este sentimiento, sin cuestionarnos si realmente somos culpables, como un mecanismo de defensa. Las fuentes de la culpa2 se relacionan, por lo general, con sentimientos de fracaso por no haber podido evitar la muerte del hijo, pensamientos negativos o ambivalentes respecto al hijo, y la percepción de haber fracasado en nuestro rol de padres, según la siguiente clasificación siendo los puntos 1,2 y 3 los más frecuentes:

  1. Sentirse responsable de la muerte: cuando los padres perciben que o bien contribuyeron a la muerte o bien fracasaron a la hora de proteger a su hijo de la muerte. Por ejemplo, situaciones en que dieron permiso al niño para realizar una actividad, como cruzar la calle, ir a una fiesta; o no haber vigilado suficientemente la salud del hijo, como no haber pedido una segunda opinión médica, no haberle llevado antes al hospital; etc.
  2. La enfermedad: cuando los padres perciben deficiencias en su rol parental durante la enfermedad o muerte del hijo, en situaciones como alejarse de la cama del hijo para satisfacer sus propias necesidades de descanso y alimentación, no haber estado en el momento de la muerte, etc.
  3. El rol parental: cuando perciben que no han cumplido sus propias expectativas ni las de la sociedad en cuanto a su relación con el hijo. Ejemplos como no haber pasado más tiempo con el hijo, no haber sido un padre más amoroso, no apoyar sus actividades deportivas o culturales, no haber fijado límites ni estructura en la educación del hijo, etc.
  4. Por sobrevivir al hijo: por no haber cumplido con el estándar social de que los hijos sobreviven a los padres y lo contrario es un hecho antinatural.
  5. Dolor y sufrimiento: cómo los padres perciben sus comportamientos y emociones en el momento del fallecimiento del hijo y posteriormente. Ejemplos como, sentirse culpable por hacer sobreactuado, o por haber mantenido el control con una actitud estoica. Durante la fase de recuperación del duelo algunos experimentan culpa por empezar a sentirse mejor, disfrutar de la vida, etc. llegando a pensar que están fallando al hijo.
  6. Conciencia: cuando los padres perciben el fallecimiento del hijo como un castigo, como puede ser el caso de padres con un código moral muy estricto o creencias religiosas que enfatizan la culpa y el castigo.

Algunas pistas para el abordaje saludable del sentimiento de culpa:

  • Es importante valorar las decisiones tomadas y las actuaciones llevadas a cabo a la luz de las circunstancias del momento real y no desde el momento actual con la información y los recursos de que actualmente disponemos.
  • Es oportuno valorar nuestras decisiones y comportamientos desde la perspectiva de nuestros valores. En muchas ocasiones las decisiones tomadas son a todas luces acertadas pero las terribles consecuencias finales confunden nuestra forma de verlas.
  • Confrontar y admitir nuestros sentimientos de culpa, explorando las potenciales fuentes de estos y compartiéndolos con otros padres en un entorno de apoyo mutuo, como es Renacer, puede ayudarnos a racionalizarlos.
  • Darnos permiso para perdonarnos. Algunos padres encuentran útil escribir una carta al hijo fallecido en la que reflejan sus remordimientos y sus necesidades de perdón. Una vez plasmados en el papel, estos sentimientos suelen perder fuerza llegando incluso a disiparse.
  • Intentar enfocarnos en todo lo bueno y positivo de nuestra experiencia como padres y de nuestra relación con nuestros hijos. Cada vez que un sentimiento de culpa se asoma, cambiarlo por un pensamiento positivo relacionado con un acto de bondad que cometimos hacia nuestro hijo, tanto durante su vida como en el momento de su muerte.
  • Por último, una manera de mitigar el sentimiento de culpa puede ser ayudar a otras personas o contribuir de alguna manera al bien de la sociedad, como colaborar con una ONG u otros organismos sociales.

Preguntas:

  1. ¿Sientes o has sentido culpa en tu proceso de duelo?
  2. ¿Con que tipos de culpa te sientes más identificado?
  3. ¿Has puesto en marcha alguna estrategia para mitigar tu sentimiento de culpa?
  4. ¿Crees que alguna de las pistas arriba señaladas te podría ayudar?

 

  1. Bermejo, J.C., Magaña, M., Villacieros, Las Cinco Pulgas del Duelo, PPC Editorial y Distribuidores, S.L., 2016
  2. Miles, M.S., Demi, A.S., Guilt in Bereaved Parents, Chapter 4 of Parental Loss of a Child by Rando, T.A.