En el mundo del duelo por un hijo o hija, las primeras veces son losas pesadas, para las que te preparas mucho antes de que lleguen a tu presente.
Pero algunas de esas primeras veces se presentan sin invitación y por sorpresa. Es lo que me ha ocurrido este Fin de Año, el primero tras la partida de mi hijo, y a partir del cual hemos elaborado una pequeña guía para que futuros padres y madres tengan una herramienta en casos similares.
Mi marido y yo decidimos cambiar de aires en Noche Vieja y fuimos a visitar a unos familiares que no habíamos podido ver desde la partida de nuestro hijo. Entre ellos, al primo más pequeño de nuestra manada.
Mientras planificaba el viaje pusimos mucha atención a detalles terrenales. Qué llevar para contribuir en la cena, qué meter en la maleta para el frío, no dejarme los ansiolíticos por si me rompo con las doce campanadas… Pero no caí en la cuenta de preguntar cómo llevaba el enano la partida de su primo.
Y no la llevaba, porque no sabía que si primo había muerto. Y por supuesto, yo no sabía, que él no sabía que mi hijo se había muerto. Y pasó, lo que más tarde o temprano, tenía que pasar.
Nuestro pequeñajo estaba acostumbrado a que no siempre que nos veíamos viniera su primo. Asumía que como ya era grande, ya trabajaba y vivía solo, muchas veces ya no podía acompañarnos. Así que cuando salió corriendo a nuestros brazos cuando nos vio llegar a su portal no preguntó por su primo.
La noche siguió con risas, juegos, cosquillas, brindis, lágrimas y la pregunta que me conecto con la realidad.
- Tía, ¿mi primo cuántos años tiene?
- Va a cumplir 23
- ¿Y me va a invitar a su cumple?
Silencio. De esos fríos, de los que puedes tocar, de los físicos. Nadie le contestaba. Y yo que no puedo quedarme callada y me encanta hablar de mi hijo tomé la palabra.
- Te va a invitar siempre, cariño, pero tu primo se murió y ahora las cosas son un poco diferentes.
- ¿Se murió para siempre como la abuela?
Y otra vez, el silencio. Creo que hasta la tele se apagó.
- Como la abuela cariño, pero yo prefiero pensar que no es para siempre y que algún día todos nos encontraremos pero en un sitio distinto al planeta tierra.
Conversamos unos minutos más. Lloramos juntos y enseguida todo se calmó. Si lo hubiera anticipado, si hubiera estado más preparada esta conversación la habríamos tenido hace muchos meses. No fue justo para él sentir que no habíamos contado con sus emociones o con su necesidad de despedir a su primo.
Le conté mis creencias o mis esperanzas de que su primo seguía alrededor nuestro pero desde otro plano. Que siempre estará en nuestros corazones y en nuestro recuerdo. Que me gusta hablar de él y hablar con él. Y dejamos el tema por la incomodidad de los que nos rodeaban.
A raíz de esta experiencia surgió esta guía de ayuda.