«El mayor regalo de la humanidad, también su mayor maldición, es que tenemos libre elección. Podemos tomar nuestras decisiones construidas a partir del amor o del miedo.” ELISABETH KÜBLER-ROSS
En el oscuro camino de la pérdida, las heridas tras la partida de un hermano se manifiestan como el eco del dolor. Sin embargo, en este trayecto desgarrador también se alberga una posibilidad de transformar esa tristeza en un tributo vivo de amor hacia la hermana que partió.
El proceso del duelo es un laberinto emocional, donde todas las emociones se mezclan. Según avanzamos en el día a día, los recuerdos dolorosos se entrelazan con la gratitud por la presencia vivida. Los momentos compartidos, antes cargados de tristeza, se convierten en grandes regalos que pueden iluminar el camino. Vamos descubriendo que aunque nuestro hermano partió, solo lo hizo físicamente porque su influencia aún está. Nuestra hermana se encuentra en las sonrisas compartidas, en cualquier canción, en cualquier señal, la encontramos en cada destello de luz.
Mientras el dolor persiste, también lo hace este amor transformado. En este camino encontramos herramientas como ese amor poderoso que nos une al hermano y nos puede dar en ocasiones la fortaleza para continuar. Amar incondicionalmente implica hacerlo sin importar las circunstancias. Es un compromiso desinteresado donde el amor se brinda sin esperar nada a cambio. Decía Herman Hesse que aquel que sabe amar siempre acabará ganando en la vida. El amor hacia nuestro hermano es eterno, se transforma y va fluyendo. Desde tu perspectiva,
¿Cómo crees que se puede transformar el sufrimiento en un amor duradero?
¿Crees que son compatibles ambos sentimientos?
¿Existen rituales o actividades que hayas incorporado para honrar a tu hermano/a de una
forma amorosa?
¿De qué manera lo has hecho?