En primer lugar me gustaría agradecer a Nacho y a Rosalía por la implicación y esfuerzo por crear este grupo en Madrid. Creo que es una bonita forma de compartir, no solo el dolor por nuestras pérdidas, sino experiencias que pueden constituir los mimbres necesarios para construir una nueva realidad para todos nosotros.
Me gustaría poder expresar mis impresiones y sensaciones en relación con esta primera reunión a la que he podido asistir.
Aprender y/o mejorar. Aprender es innato al ser humano y lo hace, de una forma u otra, durante toda la vida. Es cierto que al perder un hijo te das cuenta de lo poco que has aprendido acerca de la misma. Nuestra cultura tampoco ayuda, hablar de la muerte siempre se intenta evitar, y cuando se hace, siempre es desde el punto mas negativo posible. En otras culturas la muerte es una parte intrínseca de la vida y se celebra como parte de ella.
Ahora nos toca seguir aprendiendo a vivir sin nuestro hijo. Para eso creo que es importante poder conocer a otros padres en situación similar, en estadios emocionales diferentes, y con procesos de reconstrucción de la vida diaria más o menos avanzados.
Cada una de esas vivencias de terceros nos puede servir de aprendizaje, o bien por sentir que son un camino a seguir, o, bien por lo contrario. No por ser mejores o peores, porque son conceptos subjetivos, sino porque la situación personal de cada uno puede ser proclive a tener más o menos afinidad con dichas vivencias.
Estoy de acuerdo en que forzar la búsqueda de actividades o formas de vida nuevas no es la ideal porque puede llevarnos a una frustración mayor. Pero intentar asomarnos un poco fuera de la burbuja de dolor, y ser también conscientes de lo que sucede a nuestro alrededor, puede traernos ese camino para luchar por salir del túnel, solo hay que cogerlo. Una vez cogido, sea el que sea, será el nuestro.
En cualquier caso, siempre será una mejora para nosotros. Posiblemente no en nuestros hábitos y formas de ser adquiridos a lo largo de los años, pero si en ayudar a pulirlos. Nos ayudará a relativizar los problemas, a empatizar con el dolor de los demás, y posiblemente poder considerarnos, sí, mejores.
Reflexiones. Es muy cierto que, en los primeros momentos, incluso meses, tengas unos apoyos anímicos externos que poco a poco van disminuyendo. Hay que tener en cuenta que la vida sigue, aunque a nosotros nos parezca que se ha parado. A nosotros se nos ha derrumbado parte del castillo construido, pero los demás siguen construyendo el suyo, y nosotros también debemos intentar utilizar los restos del nuestro para construir otro, con diferente forma, quizás menos elaborado, pero que al menos nos sirva para refugiarnos en él.
También me he dado cuenta de lo difícil que debe ser para los demás el ponerse en el lugar de uno. No saben que decir y en ocasiones lo que dicen no ayuda. He llegado a odiar las comparaciones “no hay mayor dolor que la pérdida de un hijo” “es joven y podrá volver a
encontrar la felicidad” etc. Creo que el dolor por una pérdida, sea la que sea, es algo tan íntimo y personal, que no admite ninguna comparación.
Me he apoyado en algún ejemplo cuyo copyright no es mío, pero que me ha resultado útil para expresarme.