El apoyo en la pareja, en la familia

Gracias a nuestras compañeras Rosalía y Haydee pudimos trabajar sobre cómo la pérdida de un hijo o hija afecta profundamente la dinámica de las relaciones familiares, especialmente la de pareja. A través del acompañamiento y el apoyo mutuo, buscamos crear un espacio donde las preguntas, que a menudo surgen en el proceso de duelo, puedan encontrar respuestas que contribuyan al bienestar y a la reconstrucción de los vínculos afectivos.

Para ello utilizamos como elemento de reflexión el texto elaborado por nuestras compañeras:

«Tras la muerte de nuestros hij@s surge la gran pregunta ¿alguna vez mi casa, mi familia, volverá a ser la misma? Indudablemente no, será diferente, lo que ha ocurrido posibilitará una transformación en todos los vínculos, en todas las conversaciones. Se hace necesario un regreso a una vida nueva, diferente, con otros desafíos y valores. Una vida personal, familiar y de pareja transformada. Pero ¿cómo hacer posible esta transformación?

Comenzar, hablando del inicio del duelo, en esos primeros momentos vivencias confusas y desagradables como la culpa, el resentimiento, la impotencia, la sensación de ser incomprendidos, se hacen presentes en ambos padres, en los otros hij@s.

Estas emociones son vividas de modo particular y, a menudo, no coinciden con los demás miembros del entorno familiar. Esto, puede posibilitar que el silencio, la incomunicación, la hostilidad o los reproches se instalen en la pareja, en la familia y nos lleven a un aislamiento donde tratemos de buscar posibles soluciones individuales. El alejamiento, en estos casos, se puede evitar haciéndonos conscientes, cada miembro de la familia, de lo que está ocurriendo, reconociendo y asumiendo la situación.

Es importante ser muy tolerante con nosotros y con el otro, dejar que cada uno exprese, que cada uno manifieste, que cada uno experimente el dolor y el sufrimiento a su manera. Mantener, desde el comienzo, un diálogo que permita sincerar los sentimientos, las fantasías, los miedos, esto es fundamental para evitar sentirse distanciados o recíprocamente incomprendidos.

Quizás, una buena idea sea:

  • Cambiar el silencio por el diálogo,
  • Cambiar la presión por la comprensión
  • Cambiar la ansiedad por la tolerancia
  • Cambiar aislarse por acompañarse

En definitiva, el respeto mutuo

Permitámonos disfrutar de nuevo de los pequeños placeres de la vida, solos y en familia, permitiendo que los hijos que están de este lado, si los tenemos, vuelvan a tener unos padres renovados. Disfrutemos también de estos placeres con nuestra pareja, incluyendo el sexo sin culpas, nos acercará como pareja, porque recordad que nosotros seguimos en la vida.

No olvidemos, que en medio del dolor que sentimos individualmente y como familia, podemos rescatar el amor que sentimos por nuestro hij@, en base a ese amor vamos a poder comprendernos como familia, en base a ese amor reconstruimos una nueva vida dotándola de un nuevo sentido.”

Perder a un hijo o hija transforma para siempre nuestras relaciones más cercanas. Nada vuelve a ser igual. Para desarrollar el tema, nos hicimos preguntas que nos invitaron a mirar hacia dentro, a revisar lo que pasó y lo que sigue pasando, para poder avanzar, acompañados, con honestidad y respeto.

¿Cómo fueron los primeros tiempos en la pareja? ¿Y en la familia? ¿Qué me ayudó y qué no?

Los primeros momentos tras la pérdida son, en muchos casos, un torbellino de emociones, cambios y reajustes. La pareja se enfrenta a nuevos retos, tanto en su relación emocional como en la comunicación. ¿Qué fue lo que permitió que ese tiempo fuera un poco más llevadero? ¿Qué hubo que hacer para adaptarse a este dolor y, a su vez, seguir siendo un apoyo mutuo?

Al principio todo duele. Tal vez hubo distancia, incomprensión o silencio. Tal vez hubo abrazos, miradas, palabras que sostenían.

Reflexionar sobre qué nos ayudó, ya sea el simple acompañamiento, la comprensión, o los pequeños gestos de cariño, y qué, por el contrario, no funcionó, nos permite entender cómo hemos llegado a este momento de nuestro duelo.

Los primeros etapas del camino son como caminar en una neblina espesa. Dentro de la pareja cada uno sufre a su manera, y muchas veces no nos encontramos.

Puede que uno necesite hablar del hijo o hija, llorar con alguien, y el otro se encierre en el silencio. Estás diferencias a veces duelen, pero con el tiempo entenderemos que no era falta de amor, sino otra forma de sobrevivir al dolor.

Lo que más puede ayudarnos es sentirnos acompañados sin que nadie nos juzgue. Una mirada, un café compartido, el simple hecho de que alguien se quede con nosotros en el silencio. Lo que no ayuda son las frases del tipo «sé fuerte» o los intentos de distraernos. No queremos olvidar, queremos recordar con amor.

En mi etapa actual, ¿qué me perjudica y qué me ayuda de mi pareja? ¿Y del resto de la familia?

Con el tiempo, las dinámicas de la relación de pareja y las relaciones familiares evolucionan. Algunos aspectos que inicialmente parecían complicados empiezan a resolverse, mientras que otros pueden surgir. Identificar qué nos beneficia en nuestra relación actual con nuestra pareja o con los miembros de la familia, y qué nos perjudica, nos proporciona una perspectiva para el trabajo en equipo y la sanación.

El duelo no se vive igual, ni al mismo ritmo. A veces, lo que uno necesita, al otro le duele. ¿Qué palabras, gestos o actitudes me alivian? ¿Cuáles me hieren? Nombrarlo, aunque cueste, es un primer paso para acercarnos sin herirnos más.

Seguimos queriéndonos, pero la herida nos ha cambiado. A veces todavía hay distancia, pero se acorta cuando nos atrevemos a hablar del dolor, cuando compartimos lo que extrañamos a nuestro hijo. Pero se hace más profunda cuando estamos ausentes, como si hubiéramos aprendido a vivir sin una parte de nosotros.

Con el resto de la familia… hay días. Algunos nos agotan con su incomprensión, con su silencio incómodo. Otros, simplemente están. Lo que más nos ayuda es cuando no nos exigen estar bien, cuando nos permiten llorar sin intentar arreglarlo todo.

¿Soy consciente de alguna cosa que haga y perjudique a mi pareja? ¿Y alguna cosa que la ayude? ¿Y a mi familia?

El proceso de duelo es un camino individual, pero también compartido. Es importante preguntarnos si hay actitudes o comportamientos que, aunque no los hagamos con mala intención, puedan estar perjudicando a nuestra pareja o a los demás miembros de la familia. Al mismo tiempo, reconocer los pequeños gestos que, aunque a veces pasen desapercibidos, pueden ser un aliento en medio de la tristeza, es esencial para cultivar relaciones más saludables.

La convivencia en duelo es frágil. ¿Estoy a veces más irritable, más cerrado, más exigente? ¿Puedo reconocer algo que hago que daña sin querer? Y también, ¿puedo ver lo que sí hago bien, aunque sea pequeño? Nombrar lo bueno también cura.

A veces nos encerramos tanto en nuestro dolor que no dejamos espacio al dolor del otro. A veces queremos que el otro sienta y reaccione como nosotros, y eso lo aleja. Tenemos que intentar abrazar al otro sin pedirle explicaciones, eso es sanador.

Con la familia, reconocemos que somos duros a veces, que rechazamos ayuda por no sentirnos comprendidos. Pero también tenemos que ser libres para ser honestos, para poder hablar de lo que nadie quiere nombrar, para hablar de lo que necesitamos.

¿Detecto en mí algo que pueda modificar para que la relación de pareja y con el resto de la familia sea más fluida? ¿Me lo ha manifestado mi pareja o mi familia?

La introspección es clave para transformar las relaciones. ¿Hay algo en mi comportamiento o forma de comunicarme que pueda modificar para que la convivencia y las relaciones sean más armoniosas?

Tal vez nuestra pareja o nuestra familia ya nos han señalado ciertas actitudes que podrían cambiarse para mejorar la convivencia y el apoyo mutuo. A veces, estamos tan absorbidos por el dolor que no percibimos cómo nuestra forma de reaccionar puede afectar a los demás.

Basta con escuchar con más atención, pedir perdón, o simplemente estar. Otras veces se necesita más: buscar ayuda, hacer cambios profundos. ¿Estoy dispuesto a mirar hacia dentro, con humildad, y a actuar con amor?

Somos padres y madres que estamos aprendiendo a escuchar sin esperar que el otro diga lo que yo necesito oír. Estamos aprendiendo a pedir lo que necesitamos sin reproches. No siempre nos sale, pero lo intentamos.

A veces, nuestras parejas, nos dicen que necesitan sentirse útiles, que se sienten excluidos del duelo. Hagamos un intento por incluirlos más, confiarles nuestros pensamientos, sin esperar que los solucione. Solo que esté.

Con la familia, trataremos de no poner siempre al dolor en el centro. No para negarlo, sino para dejar también un espacio a la vida que aún nos rodea.

En Renacer, fomentamos la reflexión y el autoanálisis como herramientas para mejorar las relaciones interpersonales y familiares en momentos tan difíciles. No es fácil, pero siempre es posible encontrar formas de sanar y de acompañarse mutuamente en el camino del duelo.